Roxana Crisólogo Correa
"Escribir sin miedo, escribir, debería ser un derecho humano"
Roxana Crisólogo Correa (Lima, 1966) es una poeta peruano-finlandesa, cuya obra la ha consolidado como una voz singular en la poesía contemporánea en español. Su poesía explora temas como la migración, el lenguaje, la identidad y la belleza desde una perspectiva crítica y expansiva. Mi poemario favorito de Roxana: Dónde dejar tanto ruido.
¿Cómo es el lugar donde escribes?
Desde que dejé el Perú en 1996 no he tenido un espacio de trabajo sino muchos lugares que tuve que convertir en espacio de trabajo, algunos no se podrían llamar así pero cumplieron ese rol. Fue mi manera de adaptarme a cada lugar donde me tocó vivir.
De todos mis espacios de trabajo mis preferidos fueron los que tuve en mis depas de Helsinki. Me gustan los edificios antiguos de inicio del siglo pasado, sentir que estoy en un bunker de altas y pesadas paredes y decorado minimalista rodeada de libros, viviendo con lo indispensable, aislada pero cerca de todo. En aquellos departamentos, por lo general muy pequeños, me las ingenié para organizar mi espacio de trabajo en la cocina, donde siempre, pase lo que pase fui feliz. También disfruto mucho de escribir en las bibliotecas, es de los espacios públicos que más quiero.
En Lima, desde hace un par de años empecé a ir a la Biblioteca Municipal de Barranco, inaugurada en 1922. Mi último libro lo escribí allí. Es un espacio desangelado pero me gusta porque en determinada fase de mi proceso de escritura necesito estar rodeada de gente. En Lima, donde supuestamente no hay cultura de uso de biblioteca, voy a la biblioteca y me encuentro con otros que también escriben o pretenden que lo hacen. A veces como yo solo miran el techo alto, hay una complicidad entre los que nos reencontramos en la Biblioteca Municipal de Barranco a donde muy pocos me creen que voy.
¿Cómo suena el lugar donde escribes?
Mi poesía se nutre del ruido humano, animal, vegetal. Los ruidos son lenguajes que convierto en insumos para mi escritura. Esta es una fase muy caótica que luego me exige un silencio absoluto para la edición. La música me ayuda con el enfoque y los detalles. Los personajes de mis poemas suelen ser de lugares que visité ya hace tiempo así que para volver a esa atmósfera, a ciertos tiempos recurro a la música. Así recordaré cómo sonaba Maputo, Tánger o San Petersburgo. También la música me ayuda a imaginar lugares que no conocí. Cuando ya tengo el primer manuscrito me gusta ir a cafés o me siento en alguna banquita y miro a la gente y me leo a mí misma. Necesito saber cómo suena lo que escribí.
¿Tienes alguna superstición al momento de escribir?
No. Yo procuro empezar a escribir muy temprano cuando tengo la mente en blanco y ese vacío me desliga temporalmente de preocupaciones y me siento en paz. Muchas veces me he preguntado si esa sensación puede definirse como felicidad. El hecho es que necesito sentirme segura, sin miedos ni apuro, para abandonarme a la escritura y desarrollar el texto. Nunca olvido lo privilegiada que soy de sentirme segura cuando escribo cuando muchos en el mundo escriben arriesgando su vida, cuidando qué decir y qué no. Escribir sin miedo, escribir, debería ser un derecho humano.
¿Cuánto del poema tienes claro antes de empezar?
Cuando empiezo un proyecto necesito tener una idea general, preguntas abiertas, una guía de por dónde voy a transitar y transitaré con muchísima incertidumbre y curiosidad. A medida que empiezo a tener más definidos los temas realizo una investigación de archivo de apoyo para levantar algunas columnas y tener cierto piso. No puedo planear meticulosamente cada detalle porque recién en el proceso de escritura irán apareciendo los insumos que reciclaré y usaré para hilar el texto.
¿Cómo equilibras la inspiración con la disciplina?
No creo en la inspiración, pero no niego que pueda experimentar momentos de profunda necesidad de escribir como reacción a determinados estímulos como una escena de la vida, algunas palabras, una canción, un olor, algo. Cuando estos momentos ocurren los disfruto con todo, pero esto no es más que parte de mi proceso de escritura.
Me planteo escribir cada día, aun si fuera media hora o corregir o releer un texto desde el teléfono. Trato de hacer de mi escritura un acto consciente y constante, es una forma de no perder el ritmo ni el foco del texto que escribo. Lamentablemente no siempre puedo darle todo el tiempo que necesito a la escritura hay que hacer otras actividades para pagar las cuentas y vivir. Tener tiempo para dedicarse exclusivamente a la escritura es un privilegio que muy pocos tienen.
¿Qué papel juega la reescritura en tu proceso?
El trabajo de depuración comienza cuando tengo un primer manuscrito. Luego van a venir las siguientes versiones editadas y mejoradas hasta llegar a la versión final. La reescritura es una fase muy importante que suelo disfrutar mucho porque en ese estado ya tengo muy claro lo que quiero decir y lo que no quiero decir y soy más consciente de lo que sobra y se repite. Con esa claridad me ocupo de lo que llamo concentrar el poema.
¿Qué consejo le darías a alguien que recién empieza a escribir?
Escribo poesía, y suelo leer además de poesía, mucha narrativa y cuento. A veces escucho decir a narradores que no leen poesía. Mi consejo es que hay que leer diversos géneros literarios, pero también historia, filosofía, entre otras disciplinas. Para escribir poesía es bueno salirse de la poesía.
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