Jeremías Gamboa
"No empiezo a escribir un relato sino ha ocurrido un clic entre las cosas que presiento dentro de mí y un tono y un narrador que las pueda referir"
Jeremías Gamboa (Lima, 1975) es un escritor cuya voz destaca por la honestidad confesional y la cadencia introspectiva. Su prosa, refinada por años de periodismo, combina rigor narrativo con un lirismo contenido, explorando las grietas de la identidad, la migración y los lazos familiares. Su narrativa, de largo aliento y marcada por la reflexión, invita a habitar el lenguaje como un espacio de reconstrucción personal y colectiva. Acaba de llegar a librerías su nueva novela El principio del mundo.
¿Cómo es el lugar donde escribes?
Escribo en un estudio a cierta distancia a pie de mi casa. Es un espacio lleno de libros con una vista muy bonita a un parque grande. Mi computadora está ubicada precisamente en el rincón opuesto a esa vista, encajada en una esquina como si se tratara de un rincón de castigo. Cuando escribo sólo necesito la vista de la máquina y las palabras que la convierten en una ventana de las imágenes que genera la escritura. Me encanta el lugar donde escribo porque tengo los libros al lado y porque cuando me canso o necesito una pausa puedo acercarme a las ventanas y mirar el parque y a veces, incluso, cuando estoy en un nudo, puedo salir del espacio e irme a mirar el mar, que está muy cerca.
¿Cómo suena el lugar donde escribes?
Suena a mi música en todo momento. No puedo escribir sin ella. En silencio no me saldría una sola oración. A veces, si no tengo la música adecuada, no puedo escribir. Y cuando encuentro el tema que empuja ciertas emociones que necesito, lo escucho sin parar durante todo el proceso de escritura. A veces hago playlists para ciertas zonas del libro que estoy escribiendo. En ese aspecto me identifico con Kazuo Ishiguro, que dice que escribe para alcanzar ciertas canciones que ama. Creo saber qué álbumes y músicos están detrás de cada capítulo o libro mio. La corrección final, eso sí, la hago en riguroso silencio para atender la música de la propia escritura sin ninguna interferencia.
¿Tienes alguna superstición al momento de escribir?
No tengo muchas. Eso sí, siempre empiezo igual. No tengo nada de metal conmigo, ni llaves ni cinturón ni nada, como si entrase por el umbral de una cápsula en vuelo libre. Trabajo con la ropa más suelta posible. Un buzo, un polo, una chompa. Siempre tengo un café al lado.
¿Cuánto de la historia tienes claro antes de empezar?
Casi nada. Tengo muy clara una imagen, casi siempre muy persistente, y también creo tener identificado el posible material que esta imagen convocará. No pienso en la historia siquiera. Pienso en el tono y por eso pienso desde dónde voy a narrar. Después todo es asociación, el efecto de proliferación fuera de control del propio texto. Puedo empezar con esos elementos creyendo que voy a escribir un cuento y sin embargo terminar trabajando durante una década una novela inmensa. Me pasó con El principio del mundo. Era un cuento que se expandió hasta convertirse en una novela descomunal.
¿Cómo equilibras la inspiración con la disciplina?
No empiezo a escribir un relato sino ha ocurrido un clic entre las cosas que presiento dentro de mí y un tono y un narrador que las pueda referir. No sé si llamar a eso inspiración; diría que es una forma particular de conexión. Cuando eso ocurre, esa conexión necesita de la disciplina para garantizar la continuidad de la proliferación. Si tengo esa conexión me viene muy bien trabajar todas las mañanas después de haber dormido bien, de haber caminado y corrido y de haber desayunado bien.
¿Qué papel juega la reescritura en tu proceso?
Solo reescribo. La verdadera escritura para mí proviene de la lectura de lo primero que sale, que siempre es tosco y lamentable, y a lo que solo le exijo al menos un latido o una cierta pulsación. Después de eso toda la escritura es reescribir, trabajar leyendo bien el error, sea para descartarlo o ver su valor. Cualquier novela o cuento empieza siempre de una manera bastante irregular y torpe y con suerte debería terminar de una manera lo más precisa y definida. En cada nueva versión tengo más control sobre todos los elementos, pero no tanto como para apagar el fuego el primer impulso.
¿Qué consejo le darías a alguien que recién empieza a escribir?
Es provechoso concentrarte siempre en lo más cercano y tangible. Trabajar siempre dentro de una oración. Solo eso. Una oración funciona cuando genera otra. Trabajar siempre pegado a algo concreto: un objeto, una voz, una piel, una situación precisa. No pensar que se escribe literatura. Pensar en alguien definido y mandarle una carta. Es una buena manera de empezar.
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