Eduardo Adrianzén
"Una vez que empiezo, la inspiración muta al instante y se convierte en trabajo, disciplina y objetivos concretos para cada día"
Eduardo Adrianzén (Lima, 1964) es uno de los dramaturgos más destacados del teatro peruano contemporáneo, con una obra que aborda las tensiones sociales, familiares y políticas del país con lucidez y contundencia. Su escritura dramática, de gran intensidad y profundidad emocional, se caracteriza por diálogos precisos y una mirada crítica sobre la realidad nacional. Además, es un influyente guionista de televisión, llevando su capacidad narrativa a formatos populares sin perder complejidad ni compromiso. Mi obra de teatro de Eduardo favorita: Lucha Reyes, sin decirte adiós.
¿Cómo es el lugar donde escribes?
Escribo básicamente en dos sitios: en cafeterías — varío entre unas 5-6 que tengo muy cerca — como Fernando Pessoa, y en mi cama, como Colette. Lo bueno de escribir fuera es que te obliga a salir de casa, como ir a la oficina. Hay que bañarse, afeitarse y producirse un poco, y además no se pierde tiempo tonteando en redes o Internet. A diferencia de escribir en la cama y en mi cuarto, en que por alguna razón siento que tengo “permiso” para distraerme con Twitter, Instagram o mis 3 gatos, y podría quedarme en pijama el día entero. Así que, en realidad, lo más productivo son mis 3-4 horas promedio al día en mis “oficinas-cafetería”.
¿Cómo suena el lugar donde escribes?
En las cafeterías, con ruidos o conversaciones de gente en otras mesas, con la música de fondo que ponen — hay una cafetería a la que voy mucho que extrañamente tiene listas de música que casi siempre me gustan — pero si no hay música normal.
Soy indiferente al ruido, no me distrae. En casa solo pongo música para escribir si necesito cierta atmósfera o estado de ánimo específico, y la elijo cuidadosamente. Pero si no hace falta, no pongo nada.
¿Tienes alguna superstición al momento de escribir?
Tengo mil supersticiones para muchas cosas, pero ninguna referida al hecho de escribir. Es raro eso, me has hecho pensar. Me inventaré alguna, suelen ser divertidas.
Más bien no escribo a mano desde los 17 años, creo. Eso es malo. He perdido la motricidad fina, mi letra ya es ilegible hasta para mí mismo. Traten siempre de escribir algo con lapicero en libretas.
¿Cuánto de la historia tienes claro antes de empezar?
Si es una obra de teatro, defino el tema y los personajes antes de empezar, y en el camino los voy dejando hablar. En teatro tengo que hacer el truco del esquizofrénico que disocia: por fuerza entro en la mente de todos los personajes y me obligo a pensar como cada uno de ellos. Eso me “dicta” sus palabras y sus acciones, y cuando los tengo bien asimilados lo habitual ya no “quieren” hacer o decir lo que había pensado para ellos en un inicio y eso me parece genial, me encanta. En teatro me permito jugar, dejarme llevar, reestructurar, no ser rígido, no temer al caos porque: o sale algo bueno de eso, o descubro que no funciona y empiezo de nuevo. O abandono la historia (como un “aborto” creativo, y ya, no pasa nada).
En cambio, si es guion para TV es radicalmente lo contrario: es un proceso de oficio. Debo tener clarísima la escaleta (estructura) del capítulo antes de dialogar, y no debo salirme de eso o viene el caos, y el caos es la peste bubónica para el guionista. La dramaturgia para mí es jugar como los niños, y los guiones es dirigir a un ejército para la batalla: si hay desorden, fracasa todo. Pero en el juego libre, se descubren cosas.
¿Cómo equilibras la inspiración con la disciplina?
Para mí, la inspiración solo es para cuando estoy gestando una idea y el tema que elijo. Es un proceso mental que llega o viene antes de ponerse a escribir físicamente. Una vez que empiezo, la inspiración muta al instante y se convierte en trabajo, disciplina y objetivos concretos para cada día.
¿Qué papel juega la reescritura en tu proceso?
Cuando escribo teatro, al empezar la jornada releo absolutamente todo lo escrito de la obra hasta ese momento, y el 90% de las veces corrijo textos que me parecían bacanes el día anterior. Eso hace que conforme escribo la obra, avance con más lentitud para la parte final, pues tardo en enganchar lo de la jornada anterior. Pero como una obra de teatro es corta (90, 100 minutos) la totalidad es muy manejable en una jornada.
Con los guiones de TV, varía: un episodio de telenovela solo se revisa una vez y se entrega, ya que el plazo máximo para entregar 4 horas de guion es a lo mucho una semana Pero si el formato es corto — una miniserie, por ejemplo — sí hay que darse el tiempo para revisar y reescribir con mas calma. En “El Ultimo Bastión” (35 capítulos) podía darme el lujo de entregar 2 capítulos por semana. Entonces obviamente todo queda mejor.
Siempre la reescritura mejorará el texto. Pero ojo: aunque se escriba teatro (o prosa, que no es lo mío) pienso que de todas maneras debe fijarse un plazo o deadline, o puede caerse en el remolino de reescribir eternamente. Es como la carne del ossobuco: debe cocinarse algunas horas para que salga rica, pero si se cocina demasiado, se vuelve papilla y se arruinó. No porque algo tardó años en escribirse es necesariamente bueno. O eso creo.
¿Qué consejo le darías a alguien que recién empieza a escribir?
Tres consejos de conejo viejo.
Uno: lean mucha literatura, vean buen cine, buenas series de TV, vean o lean mucho teatro. Si no tienen la mayor cantidad de cultura que les sea posible, pueden jurarse muy ingeniosos o creativos, y acaban inventando el agua tibia.
Dos: si sienten que están forzándose a escribir, si lo sienten como una obligación, o pueden pasar felices una semana sin hacerlo… pues no escriban. Déjenlo, no es lo suyo. Quien de verdad quiere ser escritor(a) se enferma si no puede hacerlo, se desquicia. En serio, olvídenlo y normal, no pasa nada.
Y el tercero para quien ya empezó, y es feliz haciéndolo, pero le teme al bloqueo y sufre si le viene, un truco muy sencillo que aprendí solito hace más de 30 años cuando ya escribía TV (hago guiones desde 1985, hace 40 años, y teatro desde 1995, hace 30): nunca jamás te vayas a dormir cerrando o terminando algo (un capítulo, una escaleta, una escena, etc.) Siempre deja algo pendiente que ya sabes cómo vas a escribirlo. Así, al empezar la jornada será fácil. Resulta imposible bloquearte — pues inicias con lo que dejaste inconcluso — y cuando arrancas a escribir, el cerebro le entra al código de la gimnasia creativa y no se detiene el resto del día… hasta que te acuestas dejando algo pendiente, y así hasta que terminas.
Háganme caso, les garantizo que funciona.
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