Dany Salvatierra
"El proceso de escritura lo asumo como un trabajo que debo realizar entre cinco y seis veces por semana"
Dany Salvatierra (Lima, 1980) es un escritor peruano cuya obra fusiona lo fantástico, lo oscuro y lo pop, explorando los límites de la identidad, el deseo y la memoria. Con un estilo provocador y una narrativa visualmente potente, ha construido un universo literario de misterio y transgresión. Mi libro favorito de Dany: Eléctrico Ardor (esperemos pronta reedición).
¿Cómo es el lugar donde escribes?
Nunca escribo en el mismo lugar. Es más bien un espacio itinerante. He escrito en aeropuertos, restaurantes desiertos, lobbies de hoteles, e incluso en oficinas donde solía trabajar. Mi única condición para poder escribir es el silencio absoluto, incluso si hay gente alrededor.
¿Cómo suena el lugar donde escribes?
Como antes de la creación del mundo: en silencio. Basta el más mínimo ruido para romper mi concentración y aniquilar el flujo de escritura. Lo mismo sucede a la hora de leer. El silencio ha llegado a ser vital tanto para las horas de lectura y escritura, porque además ambas actividades se complementan y jamás son excluyentes.
¿Tienes alguna superstición al momento de escribir?
Me gusta empezar a escribir algo nuevo un día lunes. Lo contemplo como un trabajo, un inicio de jornada. También, por mi condición de persona errante, procuro identificar un libro o proyecto de escritura con el lugar donde resido. Me he mudado unas cinco veces en mi vida, y me gusta contemplar cada libro con la casa o espacio donde vivía en ese entonces. En resumen, trato de que mis nuevos proyectos coincidan con una mudanza. Y ese nuevo espacio marca un nuevo comienzo.
¿Cuánto de la historia tienes claro antes de empezarla?
En teoría, más del cincuenta por ciento. Eso me da la oportunidad de poder experimentar y de reelaborar ideas que al principio pueden parecer grandiosas, pero que al final no lo son tanto. Por experiencia, a veces he planificado cosas al milímetro, y a medida en que las desarrollo me doy cuenta de que no funcionan. Eso sucede porque el texto no se siente, o mejor dicho, no lo sientes hasta que no lo haces tuyo, hasta que empiezas a convivir con él todos los días, como un uniforme que te pones todas las mañanas para ir al trabajo, o quizá un tatuaje que llevas en la piel y que después, cuando terminas de escribir el libro, se disuelve.
¿Cómo equilibras la inspiración con la disciplina?
Soy bastante flexible en este punto. El proceso de escritura, como ya afirmé antes, lo asumo como un compromiso o un trabajo que debo realizar entre cinco y seis veces por semana, dependiendo de las horas en que me sumerja en ello (mi crianza católico-romana me obliga a no trabajar los domingos, excepto cuando el texto urge por salir y le obedezco, solo entonces me pongo a escribir un domingo). Sin embargo, no hay que forzarlo. Cuando el texto no fluye, sencillamente dejo de insistir (y es ahí cuando beber una copa puede ayudar enormemente a brindar un descanso, o a hacer las veces de recalibrador energético).
¿Qué papel juega la reescritura en tu proceso?
La reescritura es vital, porque si bien existe la manía homérica de borrar todo lo que escribiste al final de la jornada, sí te permite comprobar si el texto funciona. Es cierto que hay escritores que no releen sus textos hasta acabarlos, pero para mí eso sería como ir a ciegas, y a la larga se torna peligroso, sobre todo cuando algo que se debió cambiar al principio afecta la historia durante el tercer acto dramático (siempre he contemplado escribir literatura desde el modelo aristotélico, porque así me lo enseñaron en la universidad cuando aprendí a escribir guiones de cine, por lo cual jamás podré ser tan experimental o "literario" como quisiera).
¿Qué consejo le darías a alguien que recién empieza a escribir?
Insiste, y continúa insistiendo. Por más que escribas mil páginas que acabes destruyendo, siempre llegará el día en que leas algo que escribiste y te guste y realmente creas que no merece la pena ser destruido. Tenlo por seguro de que así será, pero solo ocurrirá si no te das por vencido.